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Consideraciones del director

 

¿Por qué esta obra? ¿Por qué ahora?

 

El arte, y más concretamente el teatro es un ACTO DE MEMORIA, tanto individual como colectiva. Nos sirve para recordar quienes somos y de dónde venimos, y en el mejor de los casos, para no volver a cometer los errores del pasado.

 

Vivimos en un país en el que la memoria es un motivo de conflicto, en el que intentamos ocultar nuestro pasado para resolver nuestro presente, y sin embargo, las cosas no funcionan así, ya que la historia nos ha enseñado que ocultar el pasado es hipotecar nuestro futuro social.

 

Durante los últimos años de la guerra civil y los primeros años del franquismo, se concentraron en el País Vasco, como en ningún otro lugar de España, numerosas cárceles de mujeres represaliadas por sus ideas políticas. En dichas cárceles se cometieron todo tipo de atropellos contra los derechos individuales de las personas. Se procuró de forma sistemática terminar con la individualidad y femineidad de aquellas mujeres que tan sólo fueron culpables de defender los ideales en los que creían; hambre, suciedad, hacinamiento, torturas, vejaciones, robos de niños fueron algunas de las constantes medidas que se tomaron para acabar con la voluntad de AQUELLAS MUJERES QUE, NO HAY QUE OLVIDAR, fueron nuestras madres, y nuestras abuelas...

Gracias al trabajo incansable de numerosos investigadores entre los que cabe destacar el de TOMASA CUEVAS, han llegado hasta nosotros testimonios de primera mano de aquellas mujeres que sobrevivieron al genocidio ideológico que supusieron los primeros años del franquismo.

Con esta obra no pretendemos reabrir viejas heridas, sino más bien lo contrario, queremos esclarecer el pasado, guardarlo en nuestra memoria y así poder seguir hacia adelante como la sociedad mayor de edad que pretendemos ser. Los hechos narrados en esta obra, heredera del teatro documental londinense, no ocurrieron a miles de kilómetros, sino que sucedieron en lugares tan reconocibles para nosotros como Amorebieta, Bilbao, Eibar, Mutriku o Durango. Lugares cuyas calles pisamos a diario sin saber lo que ocurrió en ellas no hace tanto tiempo.

 

Sin embargo, la memoria no sólo sirve para recordar los peores episodios de nuestra historia, ya que a través de los testimonios recogidos, hemos descubierto centenares de pequeños y grandes acontecimientos, perdidos en el tiempo, que nos devuelven la esperanza en la raza humana y en el futuro. Me refiero sobre todo al comportamiento ejemplar de las gentes de aquellos pueblos en los que se ubicaron dichas cárceles y de cómo se volcaron para hacer la vida de las presas algo más llevadera.

 

Estas cárceles vascas no fueron mejores ni peores que las del resto de España, no fueron más duras ni más crueles, pero entendemos que son ejemplos más que representativos de lo que ocurrió a lo largo de la geografía española.

 

Esta obra pretende ser un HOMENAJE, no sólo a aquellas mujeres a las que se les intento arrebatar la libertad y la dignidad, sino también a todas aquellas personas que tuvieron que vivir en silencio durante toda su vida… Hoy pretendemos que el teatro sea la voz de todas aquellas personas, para que sus nombres no se borren en la historia.

 

                                              Javier Hernández-Simón

 

 

 

Consideraciones del autor

Josefina, Magdalena, Dolores Isabel, Rosario… Estos son los nombres de las protagonistas. Para mí, auténticas heroínas, que son un puzzle formado por muchas mujeres que habitaron lo inhabitable, que no merecieron nunca lo que les pasó, y a las que jamás se les ha hecho justicia. Este grupo, pensado desde la dramaturgia como una pequeña cédula de la resistencia antifranquista, sólo pretende hacerse escuchar allí donde nadie quiere escucharlas. Esa es su tarea, ese su conflicto y ese su drama.

¿Y por qué escribir esto? ¿No hubiera sido mejor pasar página, acomodarse en el silencio y dejar todo eso atrás? Nunca. Porque en ocasiones callar es mentir. Y ésta es una de esas ocasiones en que la palabra tiene la obligación de abrirse paso y levantar el telón y destapar las heridas para que el aire acabe de curarlas y así evitar que se pudra la carne de la historia; pues eso sería condenar nuestro presente. Lo estamos viendo. Lo estamos viviendo. Lo estamos lamentando. Hablar, repetir lo dicho, hasta que cale, hasta que los huesos lo entiendan. Esa es la tarea de Las que fueron silencio. Sabiendo que entonces, y solo entonces, podremos respirar con libertad.

Alberto Iglesias

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